No sabemos su edad, y practicamente no nos importa. Ricardo Urgel transmite en esta pieza dirigida por Miguel Bardem (Y emitida por Canal+) la ilusión de un niño y la nostalgia de un abuelo.
El arquitecto de la noche es un recorrido por la historia del creador de la marca de las 2 cerezas, desde aquel primer establecimiento en Sitges hasta las nuevas propuestas ibizencas como pueden ser el multiusos Lio o el resort de lujo Destino pasando por la epoca dorada madrileña encarnada en la famosa discoteca ubicada a dos pasos de la calle Fuencarral (La mejor del mundo en la epoca). El documental es sobre todo una mirada al pasado, con un poquito de presente y una pincelada de futuro representada en los hijos del «discotequero» más longevo del panorama clubbing estival.
En los ojos de Ricardo se ve nostalgia por cualquier tiempo pasado, en las opiniones de los que hablan sobre todo amigos, familiares y colaboradores también. Nostalgia de una España que explotaba tras años de dictadura y por lo cual estoy escribiendo esta pequeña cronica.
Porque si España explotaba a la sombra del «Verano del amor» hoy parece que implosiona. Las anecdotas y experiencias contadas a lo largo de la hora larga que dura este contenido me han hecho reflexionar y me explico; Urgel nos habla de baile, de sexo, de drogas y de libertad. Nos habla de diversión, de felicidad de sueños, conceptos que hoy quedan relegados a una minoría cuasi hedonista y mal vista porque la realidad es que hoy la gente no baila en los clubs. La realidad es que la droga mata y sabemos que en los 60 habia droga si, y lo sabemos porque nos lo cuentan los que se drogaban de la epoca. La gente no habla de sexo con naturalidad y todo queda difuminado por una niebla de doble moral que hace que los trapos se laven en la falsa intimidad de una aplicación movil. La libertad nos la dá un trabajo que no quiere dejarnos ser felices y lo peor de todo es que nos hemos creido que felicidad es pagar facturas y hipotecas cuando debería ser baile y seducción.
No obstante si me quedo con ese regusto a «si se cree y se trabaja se puede», con ese sabor a sueño cumplido, a vida satisfecha, con la maravillosa Ibiza y Formentera, paraiso terrenal y tan poco valorado por el españolito de a pie como escenario de lujo y perfectamente plasmado por el director. Me gusta Ibiza, su día y su noche, con sus vicios y sus virtudes, y hoy podemos disfrutarlo para bien o para mal gracias a este simpatico señor que cumplió un sueño.