Si hoy hubiera que dar un galardón a agitador habitual de la escena nocturna madrileña, fijo, tendríamos a los chicos de Undermad entre los favoritos. Los instigadores de grandes noches en el foro, como lo fue aquella grandiosa noche de Shanti Celeste en la sala Siroco, volvían al ruedo con cambio de sala y apuesta de riesgo: Tornado Wallace.
La aparición en la ciudad de propuestas de este calado no hace sino confirmar lo que hace algún tiempo se viene diciendo en los mentideros de la escena: Madrid cada vez tiene más apuestas por la calidad y la heterogeneidad de estilos, lo cual nos pone en vanguardia; pero carece de la infraestructura para que todas esas apuestas puedan echar raices y consolidarse. la sala Sol, referente de la noche madrileña desde ni se sabe cuando, y recuperada para la causa clubbing en esta temporada, tiene toda la pinta de llevar sin meter un duro en infraestructura un lustro y el aire romántico que destila su escalera de entrada no parece el entorno adecuado para desarrollar propuestas que miran al siglo XXII. Y todo este debate nos lleva al eterno y tan manido tema ya del sonido, y el Sol no es una excepción en la realidad de la escena madrileña. Nada más que añadir.
Volviendo a la noche de autos, comparecíamos en la sala Sol tras una larga cola debida a una lentitud cuasi infinita a la hora de cobrar entrada de rigor y no tanto al volumen de gente congregado que amenazaba a aforo completo, que también. Tornado Wallace es un señor con barba, australiano y conocido por sus gustos más deep y disco. Seguramente desconocido para el gran público hasta su irrupción este verano en Electrosplash donde fue de lo más aclamado y en alguna que otra Boiler Room con pedigrí. Si no me falla la memoria es su primera aparición en Madrid y en horario prime time (A las 2:30 hizo su aparición) destiló un discurso de tinte house profundo para acabar sacando su lado disco y cósmico en la última oparte de su set para completar 2 horas de set que hicieron menearse al personal pero que no consiguió sacar momentos de relumbrón para el recuerdo por lo que ya hemos comentado anteriormente y es que el House necesita química, y esa química tiene una formula sencilla: frecuencias graves. Y eso es de lo que Madrid adolece.
Total que la cosa se quedó en una noche de esas en las que no te arrepientes de haberte bajado al centro a compartir charloteos y risas con la muchedumbre, de notable raspado y aunque nos sepa a decepción, noches tontas como estas son necesarias para seguir creciendo hacia la excelencia. Y los chicos de Undermad van por el buen camino.